Revolví los dulces cántaros y las vasijas
que acumularon miles de años en la evolución de
los tiempos lentos que vieron todos los universos
en su interior de terciopelo tibio y suave,
como las manos que tejieron amores en bajorrelieves
donde quiera que hubo agua y barro vivo lleno de escencia
y piedra matriz vista por los ojos casi divinos
del escultor del inmenso teatro de la vida y
el amor por el conocimiento infinito
que proyectó las luces presentes
de mis sueños que recién comienzan,
luego de estar despierto durante otros miles
junto a lo que yace arrogante bajo los pies
del mundo.
Y mis manos han de tocar a través de vuestra piel,
y mis ojos, mirar todo lo que viste alrededor
de tus sueños más profundos y con los ojos bien abiertos,
todo aquello que hizo el hombre en su dolor,
por encontrar la subsistencia de sus huellas
y respirar de los halagos, alegrías de abundancias
que multiplicaron cosechas de culturas tan altas
como montañas que conversan con estrellas
y le dicen al viento cuando viene el Sol
a gobernar otra vez en su incansable labor
de darnos luz y darnos sombras,
hasta que el último de los alientos,
sea el primero de la vida que, en su ley de los colores,
abra mis ojos en la fusión de toda la existencia.
Naldo Mirán.
Foto: "El Trípode de Quíbor" Venezuela
Valparaíso, 12 de Abril del 2011